Los tiempos cambian rápido
La interrogante que durante años marcó a este país se ha convertido últimamente en el signo de exclamación del Sudeste Asiático, y los eternos templos de Camboya y su impresionante vida en los ríos todavía pueden alcanzarse por sus tranquilas carreteras. Si no lo has hecho ya, date prisa, porque la cosa está cambiando a la velocidad del rayo.
El tradicional punto de partida, Phnom Penh está lleno de edificios franceses y antiguos templos budistas en el Mekong, pero es más recordado por su nefasto pasado reciente, cuando los Jemeres Rojos masacraron a más de dos millones de personas. Quien quiera puede hacer sobrias visitas a los antiguos “campos de batalla” como Choeung Ek, donde se han desenterrado más de ocho mil esqueletos.
La mayor parte del pasado de Camboya es mucho menos gris, y sirva como ejemplo uno de los mayores centros religiosos del mundo, Angkor Wat, a cinco horas en autobús de Phnom Penh. Alquila una motocicleta y tómate un día o dos para contemplar el atardecer entre antiguos templos rodeados de árboles de la jungla que echaron sus raíces hace mil años.
Los itinerarios rápidos se quedan sólo en estos dos sitios, otros te permiten parar en las playas de Sihanoukville o contemplar delfines en las cristalinas aguas de Kratié, en lagos volcánicos del Parque Nacional Virachey o viajar en el techo de un tren al divertido pueblo Battambang al lado de un río.