Una Ciudad Infernal y Divina al mismo tiempo
No hay ciudad en el mundo que pueda compararse con Manhattan, el corazón palpitante de la imparable Nueva York. Manhattan es una ciudad hecha para caminar. No solo porque resulta casi imposible perderse en la clara y simple cuadrícula de sus calles, sino también porque según se la recorre, cada uno de sus barrios sorprende al visitante con una personalidad única y distintiva: el lujo de las residencias custodiadas por porteros del aristocrático Upper East Side, la movida gay de Chelsea y el West Village, la atmósfera Punk Rock del East Village y el Lower East Side, los antiguos depósitos del Soho transformados en las más innovadoras tiendas de diseño y la sobriedad que se respira en las inmediaciones del World Trade Center y las intrincadas callejuelas del Lower Monhattan, que datan de los días de New Amsterdam. Visitar sus principales atractivos podría llevarte una semana, fácilmente: tomar el ferry gratuito desde Staten Island hasta los pies de la Estatua de la Libertad, caminar por el Puente de Brooklyn y visitar el atractivo barrio de Brooklyn Heights, comer dim sum en Chinatown, tomar sol en el Great Lawn del Central Park y contemplarlo todo desde las alturas del Empire State Building. Pero además están los museos: el Metropolitan, donde encontrarás desde templos egipcios hasta cartas de béisbol, el recientemente remodelado MoMA con sus Warhols y Van Goghs y el injustamente ignorado Museum of the Moving Image de Queens, pensado para los más pequeños y ubicado justo al lado del estudio de grabación de Plaza Sésamo. Los eventos se suceden a lo largo de todo el año: el Desfile de Acción de Gracias de Macy’s, la Maratón de New York en el mes de noviembre o el Campeonato de Comedores de Hot Dog celebrado todos los 4 de julio en Coney Island, Brooklyn. La clave es dejar que la ciudad te guíe. Por eso, para descubrirla, comienza por cualquier calle y no pares de caminar.