Una rica herencia y cultura apetitosa
Así que ya has estado en Cancún o Tijuana. Está muy bien, pero la próxima vez prueba México, el verdadero, el que se encuentra sólo cuando te alejas de las sórdidas ciudades de la frontera y de los exclusivos resorts turísticos que salpican sus playas. La verdad que un solo viaje no podría hacer justicia a este país, que tiene montañas, playas, desiertos, selvas, pequeñas haciendas y hasta pirámides.
Fácil de querer (y odiar al mismo tiempo), México DF es la imparable capital, con sus plazas de origen español como el Zócalo construidas sobre milenarias pirámides aztecas, y barrios bohemios como Coyoacán, donde pasaron sus días Frida Khalo y Diego Rivera.
Guadalajara, segunda ciudad del país siete horas al norte del DF, es la cuna del tequila y el mariachi, una región a medio camino entre increíbles ‘ciudades de plata’ del periodo colonial como Guanajuato, sitios atascados de ‘gringos’ como San Miguel de Allende, y Pátzcuaro (que hipnotiza a propios y extraños durante el festival del Día de Muertos).
Al suroeste de México DF el turista puede visitar la ciudad de Oaxaca, una joya colonial en medio de valles y pueblos prehispánicos, donde sus tradicionales platillos vienen siempre bañados en mole, una sabrosa salsa hecha a base de chocolate y chiles.
Cozumel y Playa del Carmen, en el Caribe, son incluso mejores que Cancún, aunque también reciben a miles de turistas de cruceros. Y algo más al sur se encuentran las majestuosas y tranquilas ruinas mayas de Tulum, frente al mar, y sólo unos kilómetros hacia el interior los visitantes podrán subir la famosa pirámide maya de Chichen Itza o pasear por la maravillosa Mérida y dejarse sorprender por alguno de los festivales de música de la Ciudad Blanca.
Un poco más al sur de California, muchos turistas aprovechan su estancia en Baja California para pasar unos días en la bulliciosa Cabo, aunque el Mar de Cortez y especialmente La Paz, son mucho más tranquilos.